Seguid el ejemplo que Chávez nos dio. Seguirlo en el niño que sigue jugando y con su lucides lúcida deja atrás, con un batazo bien largo, a los que no saben perdonar y solo traen en su boca el boca el odio. Seguirlo en los niños y niñas que tienen el verbo tan limpio como las mañanas y desconocen lo que puede ser el rencor y la desidia. Seguirlo siempre, de tal forma que lo descaudillemos, antes que otros lo encaudillen y sea imposible mirarle el rostro, porque está encandilado y tiene una seriedad cercana a lo marmóleo. Seguirlo siempre , fuera de las cajas fúnebres y los panteones. Seguirlo en los potros de las sabanas. Seguirlo en quienes no guardan ambición de poder. Seguirlo en la -posible- paz en Colombia. Seguirlo llorando con lágrimas en el momento de las lágrimas y con risa y carcajada en el tiempo alegre. Seguirlo, de modo crítico y nunca monolítico, porque no es de piedra y que sean las manos que lo acompañan , como ayer, múltiples manos.
Seguid el ejemplo que Chávez nos dió. Hoy, mañana, siempre.
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