Como igual nadie entendió el por qué de la vocación
sacerdotal del joven Camilo Torres Restrepo- ni siquiera quien le acompañó a la
estación de La Sabana, Luis Villar Borda-, igual, nadie entendió por qué se fue
a la montaña. Cuando la montaña era algo más que…
Y digo nadie, porque no lo entendió el entonces
naciente Ejército de Liberación Nacional, quizá esos fueron los que menos. Los
más alejados de comprender el carisma místico de Camilo, la forma en que él
veía la emancipación de su pueblo.
Camilo fue un hombre que la vida lo fue arrastrando.
Si bien nada guardaba de cura de confesionario, y eso lo encontramos cuando le
expulsan de la capellanía de la Universidad Nacional, tampoco con el secuestro
de civiles y extorsión de dinero.
Enrique Santos Calderón, diría que es una lástima para
la izquierda colombiana, que , teniendo a Camilo, se vayan a buscar modelos que no tienen nada
que ver con él.
En carta de Isabelita Restrepo, madre del irreverente
cura, escribe: “Fidel quiere que escoja una casa donde vivir, pero yo le digo
que él manda en Cuba, pero no en esta madre suya”.
Terminó sus años aquí, en esta isla y pocos lo saben.
Es una parábola. La misma parábola del enigma de la vida de Camilo Torres
Restrepo.
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