Es normal que soñemos. Lo onírico es
intrínseco al ser humano. Soy de los que sueña en la siesta, en la noche, y con
frecuencia, sueño despierto, provocándome topetazos con no pocos muros. Pero
del sueño que voy hablar, es el clásico sueño que tenemos, según los
especialistas, minutos antes de despertarnos. Es el sueño que se disfruta.
Soñé- puedo precisar que fue en la
noche del domingo-, que visitaban mi casa las partes que negocian la paz en
Colombia, los representantes del Gobierno y los de las Farc-Ep. Curiosamente,
no eran todos los que están acá en La Habana. En vez del ex –vicepresidente
Lacalle, quien encabezaba su delegación era el general Oscar Naranjo, con él,
otros hombres de saco y corbata, que no pude distinguir. Me parece que entre el
general Oscar Naranjo y yo, puede haber al menos, un punto en común: ambos
gustamos de las canciones que interpreta
y no pocas veces compone, Joan Manoel Serrat. Iván Márquez, sí conducía, como
lo ha hecho hasta ahora, a los suyos. Con este personaje, ignoro sobre qué
podemos compartir. Ignoro sus gustos literarios, musicales, del paladar,
aunque, supuestamente, no los políticos, y, supuestamente, él es un hombre de
izquierdas, digo, supuestamente, pues no lo conozco, además, para no pocos miembros de la
izquierda revolucionaria, su organización, por los métodos de lucha, es muy
cuestionada. Pero de eso no iba el sueño. Aunque sí vale la aclaración que soy
alguien quien se considera de las izquierdas revolucionarias. Junto a ellos, de
forma contemporanizadora, y sonriendo, un Amigo, compatriota de Nariño, declarado náufrago en mi Isla desde 1994,
practicante de la ética del cuidado. Digamos, se llama: El Contemporanizador.
De a poco, entraron Naranjo, Márquez
y El Contemporanizador a mi casa. Había una sonrisa en los tres. Sonrisa de cada uno. Nadie reía igual, pero
todos por lo mismo. El general, el comandante guerrillero, y El
Contemporanizador, traían la noticia que ya Colombia había llegado a la paz. Una
paz sin adjetivos ni adverbios. Era yo, a la sazón, el primer no colombiano en
saber lo que otros millones quisieran ya disfrutar. Entonces usted ya no es
comandante ni guerrillero, le dije a Iván Márquez, y este, riendo, con un gesto,
me dio la razón. Y usted Naranjo, no lo tiene que perseguir. Arqueó las cejas,
nada más. El tercer personaje, que ya conocemos reía, reía con mis preguntas.
Los demás quedaron fuera, por algún
motivo, creí que festejaban.
Lo onírico es intrínseco al ser
humano. No viven marcianos en Colombia.
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